🍇 Arraigados para crecer: Ser fructíferos en el campo misionero
- Juan Kelmy Martinez
- 1 ago
- 3 Min. de lectura
“En esto es glorificado mi Padre: en que den mucho fruto, y sean así mis discípulos.” — Juan 15:8
🌱La parábola del árbol sin regar

Había una vez un joven que plantó un hermoso olivo en medio de su jardín. Lo colocó en buena tierra, lo rodeó de piedras para proteger las raíces e incluso colocó un pequeño banco cerca para sentarse y admirar su crecimiento.
Pasaron las semanas. Oraba por él a diario. Les contaba a sus vecinos lo emocionado que estaba de verlo florecer y dar fruto. Pero el árbol no crecía. Se quedó pequeño. No le salieron ramas. No brotaron aceitunas.
Confundido y desanimado, fue a hablar con un jardinero local.
"No lo entiendo", dijo el joven. "Lo he hecho todo: he creído en su crecimiento, lo he admirado y he orado por él todos los días".
El jardinero miró atentamente el árbol y simplemente preguntó: “Pero… ¿lo has regado?”
El joven se quedó paralizado.
«No», susurró. «Supuse que la lluvia se encargaría de eso».
El jardinero sonrió amablemente. «Amigo mío, incluso un árbol con propósito, oración y potencial necesita agua para crecer.
Algunas cosas requieren tu acción, no solo tu intención».
Ser fructífero requiere acción, no solo deseo.

Esta sencilla historia ilustra lo que muchos de nosotros, como misioneros, experimentamos. Deseamos profundamente ser fructíferos: amamos a la gente, servimos fielmente y oramos con constancia, pero el fruto no siempre llega de forma automática .
¿Por qué?
Porque ser fructífero no se trata solo de estar presente en el campo misionero. Se trata de cuidar la tierra, regar las raíces y, a veces, hacer ajustes difíciles.
Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (Juan 15:5). Solo Él da vida, pero debemos permanecer en Él y alinear nuestras vidas para que esa vida fluya a través de nosotros.
¿Qué podría faltar?
¿Hay áreas en tu ministerio o corazón donde has dejado de regar el árbol?
¿Has permanecido demasiado aislado?
¿Estás evitando conversaciones o cambios incómodos?
¿Has dejado de invitar a otros a decir la verdad en tu trabajo?
Es fácil asumir que “si Dios lo quiere, sucederá”. Pero Dios nos llama a cooperar con su Espíritu: a cultivar , corregir e incluso podar para crecer.
🍷 Lo que Napa me enseñó sobre el crecimiento

Hace poco conocí a una misionera que sirvió en una zona rural de México. Me dijo algo que me quedó grabado:
El fruto no crece por esforzarte más. Crece porque te mantienes firme y con propósito .
Ella comparó su trabajo con los viñedos que una vez visitó en Baja California: las vides eran cuidadosamente podadas, entrenadas y examinadas cada semana, no para controlarlas, sino para maximizar su fruto .
De igual manera, nuestra vida en el ministerio requiere cuidado e intencionalidad. No podemos fabricar fruto, pero sí podemos cultivar las condiciones para ello.
💬 Seamos honestos
Quizás estés leyendo esto sintiéndote cansado, desanimado o incluso avergonzado porque no ves los resultados que esperabas.
Déjame decirlo claramente:
Dios no está decepcionado de ti. Él no mide tu valor por números, bautismos ni publicaciones en redes sociales. Busca corazones que se mantengan conectados a Él y que sigan creciendo en obediencia .
Escrituras a las que aferrarse
Eres parte de esa promesa. Una semilla a la vez. Una conversación. Una oración. Un acto de fidelidad .
🙌 Una oración para crecer

¿Podrías hacer una pausa y orar esto?
Padre, gracias por elegirme. Gracias porque la fecundidad no comienza con la presión, sino con la conexión contigo. Muéstrame dónde necesito crecer. Ayúdame a podar lo que me frena y a regar lo que has plantado en mí. Úsame, Dios, para dar fruto duradero que te glorifique. Amén.
Crezcamos juntos. No te conformes. No te rindas.
Tu vocación sigue vigente. Tu potencial para dar fruto también.
¿ Has aprendido algo sobre la fecundidad en tu camino? Compártelo con nosotros en los comentarios o en nuestra página de Facebook.


Comentarios